viernes, 15 de abril de 2011



Esta es mi verdad. Te odio. No lo digo por decir, aunque tú siempre te lo tomes a broma. No es broma. Lo digo muy en serio. Odio que mi felicidad dependa de ti, que esté en tus manos cual ratón en patas de gato. Odio pasar el día deseando que llegue el momento de hablar contigo. Odio la sonrisa de gilipollas que se me pone al escuchar tu voz. Bueno, en realidad odio el estado de agilipollamiento general en el que vivo por tu culpa. Odio preocuparme por ti, en serio, es algo que me rebienta. ¿¡Qué coño!? Debería estar jugando contigo, utilizándote como un pasatiempo al igual que hice con el resto. Ya sé que esto suena cruel, pero es así. La vida me la está metiendo doblada por todas las veces que jugué con los sentimientos ajenos. Odio que saques mi lado más infantil, y al mismo tiempo el más salvaje. Odio...odio los nervios conocidos vulgarmente como mariposas que se me ponen en la tripa antes de verte. Odio tu sonrisa, que tiene la jodida capacidad de alegrarme el día. Odio tus ojos, que se han convertido en mi color favorito. Odio la forma en la que mi cuerpo encaja tan perfectamente en el tuyo cuando me abrazas. Odio sentirme tan bien cuando estoy contigo. Odio las palabras estúpidas que salen de mi boca a veces, esas de las que me he reído tantas veces cuando era yo. Odio la alienación que he sufrido. Odio que sepas cómo soy en realidad, y odio todavía más que te encante. Odio que después de un día pésimo seas capaz de hacerlo brillar sólo con decir dos de tus tonterias. Odio la forma en que adoro tu madurez en algunos momentos y tu infantilismo en otros.Odio haber intentado desaparecer, dejarte de hablar, y no haber podido. Odio sentir que no necesito a nadie más. Odio que sólo tú sepas hacerme sentir. Odio llorar, pero sobretodo odio llorar de emoción como hago contigo. Odio sentir unos celos inmensos cada vez que nombras a alguna ex o amiga, y es que joder, me comen por dentro. Odio tus ganas de verme, tu olor inolvidable, y las estúpidas ganas que tengo de abrazarte.

Pero lo que más odio de todo esto...es a mí. Odio ser tan débil. Muchos no lo entenderéis, pero esto me supera. Juré hace mucho tiempo no confiar nunca en un hombre, sólo hacerlos servir para mis fines. Debido a mi forma de ser tan cerrada, me cuesta horrores expresar estas cosas, así que espero que entendáis que estar escribiendo esto es...una dura prueba de fuego. Tal vez sea porque sé que tú no lo leerás nunca gracias a que yo te lo enseñaré, claro .

Verás, recuerdo bien el principio. Empezaste siendo uno más, para qué mentir. Es más, ni siquiera pensaba hacerte caso. ¿A mí? ¿Con ese egocentrismo? Realmente iba a mandarte a la mierda. Pero insististe - o tal vez no - y fui yo la que acabó queriendo hablar contigo a todas horas, buscándote entre mi lista de conectados del messenger. No sé si te diste cuenta, pero yo nunca te abría conversación. Tenías que ser tú. Y las veces que lo hacía yo me sentia jodidamente estúpida. ¿Por qué? Mi forma de ser. Soy demasiado orgullosa como para buscar yo a alguien, ya sabes. Poco a poco empezamos a hablar más. Pasaron los meses. Te convertiste en mi pequeña obsesión. Mi pequeña obsesisón bien disimulada, puesto que con mis amigas seguia afirmando que eras sólo un pasatiempo. Sospecho que Marta no lo creyó, más que nada porque mis pasatiempos duran días antes de que me aburra de ellos, y tú estabas ya durando meses. ¿Que por qué tú? Sinceramente, no tengo ni idea. No me malinterpretes. A primeras - como bien intentas aparentar, pequeño capullo - eres sólo un egocéntrico cabrón. Pero fui conociéndote y...dios. Quería morir. Intenté buscarte defectos, cosas que me hiciesen cogerte asco. Te puse trampas y trabas, pero las pasaste victorioso sin saberlo.

Recuerdo la primera vez que viniste. Me sentía tan poca cosa...¡Insegura yo! ¿Dónde se habia visto eso? Supuse que te llevarías una decepción y marcharías, es más, lo deseaba secretamente. Asi tendría una excusa para odiarte. Pero no. Mierda, no. Ni siquiera me decepcionaste tú a mí, ni un poquito. Verás, suelo poner el listón muy alto, de ahi que esperaba que cometieras un desliz para poder decir : ¿Ves Alba? No es tan perfecto como imaginabas. Pero no. No. No. No. Pasó el tiempo. Y yo fui a Barcelona. YO. Yo desplazándome, pasando diez horas de viaje, sólo para verte durante dos y media.  Sí, vale. Tú ya habías venido a Valencia a verme. ¿Pero yo? Pasé las horas del tren mentalizándome : yo viajando sólo por un chico, sólo para verle. Hay que joderse...

Poco a poco, me fui mostrando cómo era. Hasta que te conté aquello. Fuiste el primero al que se lo conté, ¿sabes? No habia confiado en nadie lo suficiente como para decírselo, ni siquiera en Marta, porque ella nunca lo entenderia. Me viene a la cabeza lo mucho que me costó decirte que mi padre bebe y se droga, y la vergüenza que me daba admitir que a veces se pone..violento. Pero lo que recuerdo con más claridad fue tu reacción. Quiero decir, no la esperaba. Esperaba lo típico de:  lo siento, debe ser duro y esas mierdas que la gente suele decir sin tener ni puta idea. Pero tú no reaccionaste así. Oh, ya lo creo. Te cabreaste. Mucho. Y cuando me dijiste eso de que no soportabas la idea de que alguien me hiciese daño, rompí a llorar. Sí, lo admito. Yo, Alba, llorando. Suerte que no me viste, no estabas. Es una de las ventajas de que te lo contase sin que estuvieras en persona. Supongo que fue la sensación de saber que había alguien ahi. Que alguien notaría si un dia desaparecía. Que alguien me protegería. Que alguien me abrazaría en caso de necesitarlo. Que alguien...No alguien. No. Tú. Que tú estarías ahi para reconfortarme, para abrazarme y decirme que quedaba poco de mi condena.

Y asi hemos seguido. Jugando a un juego que ha dejado de serlo, porque repito : me ha salido el tiro por la culata. Siento. Siento tantas cosas que me duele. Esto es nuevo para mí, de ahí que antes me pusiese a despotricar por todo lo que odio de ti. Verás, no te odio. Bueno sí, pero no. Te adoro, tus defectos para mí sólo son otras de las cosas que me encantan de ti. No voy a hablar de amor, porque sabes que le tengo manía a esa palabra. La sociedad la ha devaluado tanto que ya no significa nada. Pero supongo que si, que he caído, que me enamorado o como coño quieras llamarlo. Yo, la chica fría. La reina de hielo. La zorra psicótica. La niña de la infancia perdida, con miedo a los hombres por lo que vivió y vive en casa. Yo. Y tú. Podría decirse que mi ángel de la guarda, por muy idiota que suene. Porque me has salvado. Me estaba hundiendo en un pozo. Acostumbrada a los no vales para nada de mi padre es agradable escucharte a ti. Me has sacado de ahi, o al menos estás en ello. Sí vale, lo admito. Sigo sin confiar. Lo siento, es que es inevitable. He sufrido tanto por vuestra culpa...que abrirme a ti me cuesta sobremanera. Y sé que te rebienta el que desconfie y el que no te diga las cosas bonitas que cualquier chica normal te diría. De verdad que lo siento... pero cada vez que intento decirte algo bonito se me atasca en la garganta. Te lo digo camuflado, para que leas entre líneas por muy difícil que sea. Tal vez algún dia consiga decirte lo mucho que te necesito, tal vez algún día te enseñe esto.

Por el momento, seguiré aparentando que no me vuelves loca. Seguiré sin llamarte a no ser que me llames tú, o que pidas que hablemos. Seguiré siendo tan seca como siempre. Y seguiré, sobretodo, queriéndote sin decir palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario