domingo, 17 de abril de 2011



El sonido del móvil te despierta.Suspiras aún con los ojos cerrados. Apenas has dormido, estás triste sin motivo y lo único que te apetece es darte la vuelta en la cama.El móvil sigue sonando.Miras la pantalla. Es el despertador.Contemplas la posibilidad de apagarlo y mandar un sms advirtiendo de que no puedes salir de casa por que no te encuentras bien.Suspiras por segunda vez, con resignación. Apagas la alarma y te levantas de la cama, de un salto.Te diriges dando tumbos a la cocina, y te preparas un café. Es la única manera de despertarte.Te tomas el café frío, contrastando con la temperatura del exterior.Te cambias de ropa en medio del pasillo, compruebas tu bolso, y avisas con un par de voces que te vas.Sales de casa y cierras la puerta.La espera al ascensor es larga. Es un edificio grande, así que tiene su lógica. Pero aún así, estás de mal humor, y te quejas mentalmente.Se abre la puerta del ascensor y te encuentras de frente con tu reflejo. Vuelves a quejarte, esta vez en voz alta, y tu mente activa el piloto automático.Recorres las calles cual sonámbula hasta llegar a la parada de autobús. Te llevas una mano a la oreja. En algún momento de tu viaje en ascensor, has encendido tu mp4, y tu grupo favorito resuena en tus oídos a todo volumen, haciéndote sentir mejor.Pulsas pausa, y tras un breve intercambio de palabras con un desconocido de acento anglosajón, y la verificación de que a veces dominas mejor tu segundo idioma que tu lengua materna, pulsas play sabiendo a qué bus debes esperar.Llega el bus. El billete resulta costar el triple de lo que esperabas, y el conductor también es el triple de desagradable.Te sientas al fondo, con la música haciendo vibrar tus tímpanos y tu cara más amenazadora, sabiendo así que nadie se te acercará con intención de charlar.La mejor parte de cualquier trayecto siempre ha sido la misma para ti. Moverte, y que la música se mueva contigo. Pasarías horas y horas viajando.Tras un viaje de una hora, llegas a la estación. Miras a tu alrededor con desconfianza, pero sabes donde dirigirte, ya has estado allí antes. Así que pides, por segunda vez en un verano, en tu vida, un billete. Sencillo. Si, trayecto completo. Última parada. Gracias. Adiós.Te sientas en la pequeña parada frente a las vías, moviendo un pie, nerviosa.Ya no estás triste. Ahora estás triste y preocupada.Hay tantas cosas que pueden salir mal que...El sonido del tren abriendo sus puertas corta tus pensamientos.Entras y te sientas. Subes aún más el volumen de la música. Apoyas la cabeza en el cristal y los pies en el asento libre frente al tuyo.Las horas de viaje pasan relativamente rápido.Has llegado a la última parada. La tuya.Sales del tren y miras a tu alrededor.Te tranquilizas a ti misma mientras te acercas a las escaleras mecánicas. Mientras ascienden, sacas tu móvil y marcas un número, pero no aprieta el botón verde. Aún no.Estás en la planta superior.Vuelves a mirar a tu alrededor.No encuentras lo que buscas, así que le das al verde.Entonces,oyes tu nombre.Das un par de vueltas sobre ti misma buscando el punto del que procede la voz, y por fin lo hallas.Te acercas a las puertas mecanizadas,pero no puedes pasar.Te pones nerviosa, y al instante te das cuenta de qué debes hacer.Intentas meter el billete de tren por la ranura, pero lo haces mal y se te dobla. Una risa acompaña a tu fallo desde el otro lado de la puerta. Por fin, consigues que el billete entre, que la puerta se abra.Y pasas al otro lado.En cuestión de segundos le estás abrazando.Sientes ganas de llorar de alegría, sin saber exactamente por qué.Te sientes bien.Rompéis el abrazo.Pero al instante os volvéis a abrazar.Sabes que quizás te esperen muchos momentos de slencio incómodos, muchos chistes malinterpetados o quizás, algún que otro mal momento.Pero ya no tienes miedo, por que ha habido algo en ese abrazo que te ha hecho darte cuenta que es especial.Que sois especiales.Y desde ese momento sabes que ha merecido la pena levantarte de la cama esa mañana.Pero hasta unos cuantos meses después, cuando estás muy lejos de allí, muy lejos de él y de sus abrazos, no eres consciente de hasta qué punto.Y estoy segura, de que aún no lo eres del todo y quedan muchos motivos para agradecer tu fuerza de voluntad aquella mañana de sábado temprano por descubrir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario